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Saber Escribir

 

Portada del libro 'Saber escribir'La unión de esos dos infinitivos del título me da miedo. Claro, está uno aquí, rellenando una bitácora de literatura pero, ¿realmente sabré escribir? Espero que sí, aunque ahora sólo falta que lleguen comentarios a mansalva despotricando ante mi narrativa.

Y además, ¿qué es saber escribir?, ¿no cometer faltas ortográficas?, ¿dotar a un escrito de sentido?, ¿de coherencia?, ¿de sensibilidad? Y quizá también deberíamos preguntarnos, ¿saber escribir qué?, ¿una carta?, ¿un currículum?, ¿una poesía?

A la espera de las respuestas a estas retóricas cuestiones de nuestros queridos narradores, voy a ver si me hago con el libro de Jesús Sánchez Lobato ‘Saber escribir’.

Esta publicación, editada por el Insituto Cervantes, de 513 páginas, pretende mostrarse como un manual, nada doctrinal, acerca de cómo controlar que se escriba bien, máxime cuando esta práctica, la escritura, parece volver a adquirir una importante relevancia (si es que alguna vez la perdió) dada su cada vez mayor presencia en el mundo de las nuevas tecnologías.

Precisamente a este respecto dedica su autor, el catedrático de la lengua Sánchez Lobato, una especial atención, ya que se ha redactado teniendo muy en cuenta los blogs, internet en toda su extensión o el propio lenguaje SMS.

Pero también resulta curioso que ‘Saber escribir’ incluya entre sus orientaciones, prácticas, digamos, menos academicistas, como puede ser el hecho de tomar apuntes por parte del alumnado o escribir en un examen.

Evidentemente tampoco se olvida de todos aquellos que se quieren iniciar en el maravilloso mundo de las creaciones literarias y, por ello, Sánchez Lobato trata de dar consejos respecto a la coherencia de los textos, la adaptación de los mismos en función del carácter que se le quiera dar (expositivo, dialogante…) y un más que interesante etcétera.

Pues nada. Como se suele decir que hombre precavido vale por dos, voy a ver si me hago con este ejemplar previamente a que un aluvión de comentarios colapse el espacio destinado para tal menester, criticando mi escasa sabiduría escribana.

Fuente: El Universal


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Narrado por Raúl Luceño el 27-10-2006 [3 Comentarios]
Categoría: Publicaciones Literarias

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3 Comentarios

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  • 1.- Narrado por Antonio Senciales el 11-01-2007

    ¿Qué es lo más importante a decir cuando se analiza o critica un texto, relato, cuento, etc.? ¿Si existe un mensaje claro, una historia claramente entendible y si ha llegado en lenguaje literario al lector? ¿Si el autor ha utilizado los medios para producir la extrañeza en la lengua literaria: ritmos, epítetos ornamentales, artificios tales como símiles, metáforas, comparaciones, antítesis, circunlocuciones, etc.? ¿Si se nos ha invitado a reflexionar sobre alguna cuestión más o menos importante? ¿Sintaxis? ¿Los tiempos verbales? ¿Ortografía? ¿Todo en conjunto?

    Creo que todo es importante, si bien para mí sobresale sobre todas las cuestiones la forma en que el autor dice las cosas, más que las cosas que dice, que también cuentan y si los hechos narrados o las descripciones que nos ha hecho llegar atrapan nuestro interés. Esto nos lleva a afirmar o negar la belleza del lenguaje y a decir si el autor “sabe” escribir o no objetivamente.

    Es una opinión.

  • 2.- Narrado por Antonio Senciales el 12-01-2007

    ¿Saber escribir?

    Quizás en mi opinión anterior no he sido demasiado explícito. Me extenderé ahora algo más.

    Si saber escribir damos por sentado que consiste en aderezar un escrito sintácticamente correcto y perfecto desde el punto de vista ortográfico, con oraciones ordenadas, coherentes y perfectamente comprensibles, ya se trate de un informe profesional, una carta o una opinión personal, podemos convenir en afirmar que se sabe escribir.

    Ahora bien, si lo que queremos preguntar es si Vd. sabe escribir lo que podemos llamar “creativamente”, esto es, utilizando todos los resortes que pone a nuestra disposición el lenguaje, con toda su gama de figuras literarias, y que además, lo que escribe gusta a un buen número de personas, en los que despierta el interés, de modo tal que están esperando su próximo texto o escrito para leerle con cierto grado de avidez o curiosidad, me atrevo a decir sin miedo a equivocarme que Vd. sí sabe escribir.

    Dando un paso más podríamos preguntarnos nuevamente, ¿me puedo dedicar a ello de manera profesional?, ¿puedo ser un escritor profesional? Esta es una pregunta de difícil respuesta conociendo las dificultades del negocio editorial en el mundo y, específicamente, en España. Ya se necesitarían unas cualidades fuera de lo corriente, más excepcionales, sobre las que pasaremos de puntillas en las líneas siguientes.

    Parece que todos convenimos en que hay que tener talento para dedicarse exclusivamente a vivir de la Literatura, con mayúsculas. Pero, ¿se nace con esa condición o se puede adquirir con la práctica? Hay mucha gente que afirma rotundamente que hay que nacer con ese talento, que no se adquiere, que se tiene o no.
    Mi opinión es que debe existir al menos “buena predisposición” para escribir y que con la práctica necesaria y habitual se consigue el “oficio”. O sea, que con el talento no es imprescindible nacer.

    ¿Y que entiendo por “buena predisposición? Es aquella que muestra una persona a menudo ante una llamada interior que le hace sentarse frecuentemente para expresar sus sentimientos en un papel o el disco duro de su PC. Las personas introvertidas tienen en mi opinión mejor disposición para ello, para expresarse por escrito, aunque hay excepciones. Y, además, gustar mucho la lectura de literatura, y leer bastante por sistema. Y el ser un joven, pongamos de menos de 25 años, ayuda en la larga carrera del aprendizaje de la escritura profesional.

    Seamos sinceros. Llevo tiempo escribiendo. ¿Sé escribir? Siendo honesto diría que sí. ¿Por qué? Porque lo hago correctamente desde los puntos de vista de la sintaxis y la ortografía, armo oraciones bien construidas, utilizo un vocabulario amplio, incluso me atrevo a veces a adornar mis frases con algún símil, circunlocución, metáfora, etc. Sé escribir una carta comercial o personal, un informe profesional, una opinión sobre un texto literario, pero puedo afirmar con rotundidad que NUNCA seré un escritor de literatura CREATIVA porque no siento le necesidad de sentarme a menudo para “deshogarme” ante un folio en blanco. ¿Podríamos llamar a esto vocación? ¿O es necesidad anímica? Con respecto a esto último pienso en la persona que en su vida particular ejerce de conductor de camión o es visitador médico y se llevan ambos horas y horas en la carretera. Cuando llegan a casa, ¿no es una tentación desahogarse aunque sea ante un folio en blanco? Tengo un carácter extrovertido y prefiero (para esto sí tengo vocación) expresarme de forma hablada, lo he hecho profesionalmente en público con frecuencia (he sido profesor de jóvenes) y he comprobado los placeres que reporta la actividad. Prefiero un grupo de alumnos, de amigos, una tertulia, un grupo de personas para tratar diversos temas. Es decir, prefiero la palabra hablada en mi actividad normal y diaria. Sin embargo, sí soy un lector empedernido y advierto que podría haber ejercido la crítica literaria desde joven.

    No hay ninguna verdad absoluta en las opiniones anteriores. Por ejemplo, respecto de la edad para empezar a escribir literariamente en serio (publicando), hay quienes han empezado a edad temprana (20 y pocos años) y otros, sin embargo, lo han hecho muy tardíamente (un caso reciente es el de Frank McCourt, Premio Pulitzer con “Las cenizas de Angela”, que publicó a los 66 años).

    Como esto va de confesiones, me confesaré. Envidio (sanamente) a la persona que siente esa llamada interior y que le obliga de manera irresistible a sentarse a escribir, a comunicar, lo que lleva dentro, lo que piensa, lo que va a hacer mañana, que tiene la suficiente imaginación para inventar una historia que interesa a los lectores y contarla. Yo no la siento por más que lo he intentado con alguna frecuencia en mi vida.

    De cualquier modo, tengo que admitir que es una buena costumbre escribir con mayor o menor asiduidad aunque sólo se haga para satisfacción o desahogo propios, sin mayores pretensiones.

    Me haré del libro aquí reseñado y veré si mis ideas no van muy descaminadas.

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